jueves, 6 de marzo de 2014

Poesía Hembra de Andrea Naranjo

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Si en el espejo te miras… 


Si en el espejo te miras, 
No distingues tu alegría, 
Tan solo brillan las lágrimas 
Rodando por tu mejilla. 

Aquella tez sonrosada, 
De alegrías infinitas, 
Yace yerta en el zaguán, 
De la esperanza vivida. 

Los dedos el rostro surcan, 
Los pliegues y las honduras; 
Cierras los ojos testigos, 
De romances y amarguras. 

Esa boca que ha besado, 
Labios dignos y engañosos, 
Que con rabia lastimaron, 
Su tersura con enojo. 

En las mejillas se marcan, 
Los oscuros sinsabores, 
de la violencia elevada, 
de la palabra con golpes. 

Los oídos que atendían, 
Los canturreos y los trinos; 
Aterrados se estremecen, 
Con el odio sus aullidos. 

Esa almita esperanzada, 
Que anhelaba la fortuna, 
Se deshace entre el hastío, 
De la vida áspera y brusca. 

¡Mantente siempre en silencio! 
Tu madre te reprendía, 
¡Tu marido es lo primero!, 
¡Recuérdalo siempre, hija! 

¡Muy delgada y complaciente, 
Hacendosa, agradecida, 
Debes ser Mujer perfecta, 
Para los ojos que miran!

¡Olvida esas ilusiones, 
de independencia!; Querida, 
¡Si eres casada completas 
están tus expectativas! 

Con un marido pudiente, 
El estudio sobra, ¡niña!, 
Más sí debes aprender, 
¡Los pañales, la comida! 

Los dobladillos coger, 
Almidonar las camisas, 
Y sazonar las verduras, 
¡Diplomas, no necesitas!

Si tu marido se enoja, 
Callada soporta, mija. 
Comprende siempre a tu hombre, 
¡Es la labor femenina!

Pero tu madre ignoraba, 
Que el reflejo aparecía, 
Mostrando que la tristeza, 
De la vergüenza es su hija. 

Aquellas promesas hechas, 
En el altar fenecían, 
Se transformaban de pronto, 
En relámpago y neblinas. 

Y fue entonces cuando viste, 
Que la luna prometida, 
no está en anillo ni traje, 
Ni en palabras con mentiras. 

El respeto solo es cierto, 
Cuando te amas a ti misma, 
Con valentía y esmero, 
Forjando una nueva vida. 

Si sobrepasa el coraje, 
Sobre las cosas sufridas, 
Puedes ahora, mujer, 
Ya curarte esas heridas. 

Secaste entonces las lágrimas, 
Que escurrían en tus mejillas, 
Aquellos ojos testigos, 
Nuevo porvenir veían. 

Basta ya del desengaño, 
La crueldad y la mentira, 
De ese mundo de apariencias, 
Del reino de las perfidias. 

Levanta ya la cabeza 
Esa mujer oprimida, 
Pues es capaz y completa, 
Una criatura divina. 

Solamente en ti reposa, 
Chispa de amor embebida, 
Tu destino es fruto nuevo, 
De esperanza renacida. 

Es cuando entonces comprendes, 
Que la tristeza se olvida, 
si desatas las cadenas, 
que tu corazón sentía, 
Y valoras tu belleza: 
Tu condición femenina, 
Ahora dime tú que ves, 
Si en el espejo te miras? 


Self-Portrait by Claude Cahun (1915)


© Andrea Naranjo (Colombia)
© Todos los derechos reservados
©2014

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